En la posguerra española, la economía de las Islas Canarias sufrirá una transformación importante que no se modificará hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, lo que significa abarcar el período que va desde 1939 hasta 1946. La instauración en la islas del Mando Económico en 1941, y que durará hasta 1946, acelerará la integración económica de las islas con el resto del Estado español. La tradición exportadora con países extranjeros se ve mermada a favor del intercambio comercial con la Península y las Plazas españolas en África.
Lógicamente, esta situación era el reflejo de la reducción general del comercio exterior español que deviene del bloqueo internacional al que está sujeto el país y que se prolongara durante la existencia del mando económico, llegando en 1950 a ser mayoritario el comercio con los países extranjeros. Todo ello trae concluye en un período de crecimiento que durará hasta 1957 que será cuando la balanza comercial canaria se vuelva deficitaria. La economía canaria pasa de una situación estancada, con escasa capacidad de consumo, a otra con una tendencia enorme al mismo como reflejo principalmente de la gran actividad turística.
Todos estos acontecimientos, tendrá trascendencia en la configuración y desarrollo de la arquitectura en la década de los cincuenta. La inversión en la ciudad de los pequeños propietarios, se traduce en la consolidación de las áreas edificadas. Proliferarán las edificaciones entre medianeras, colmatando las fachadas de las principales vías de las ciudades.
El contexto regional de Canarias no se diferenciará, en lo estructural, de los acontecimientos que se producen en el resto de España. La Guerra Civil no acarreará destrucción física alguna en la ciudad, a pesar que es donde comienza la sublevación militar en julio de 1936, a diferencia de lo sucedido en otras poblaciones del país. Los afecciones en ella como resultado de la guerra serán colaterales. Una de éstas, y que tendrá gran importancia en la futura conformación de la ciudad, con la presencia del arquitecto vasco Secundino Zuazo Ugalde.
Este arquitecto llegará como resultado de la invitación que le hace su colega gran canario Miguel Martín Fernández de la Torre, al conocerse la pena de destierro e inhabilitación, que se le impone por su vinculación profesional, durante la Segunda República española, como responsable de las áreas de urbanismo, en el Ministerio que ostentaba Indalecio Prieto. Terminada la Guerra Civil española, el Ministerio de la Gobernación dicta aquella orden con fecha 24 de Febrero de 1940. El carácter emprendedor de Secundino Zuazo y las relaciones en Las Palmas de Gran Canaria, hacen que su estancia se convierta en un período profesional altamente productivo.
Será por mediación de Miguel Martín Fernández de la Torre cuando en 1942 el Ayuntamiento de la ciudad, a través de su alcalde Jesús Ferrer Jimeno, inicia los contactos para el encargo del Plan General de Las Palmas de Gran Canaria a Secundino Zuazo. La relación entre Miguel Martín y Secundino Zuazo, provenía de los años en que el primero, recién titulado en Madrid, se incorpora a trabajar en el estudio de aquel. En septiembre de 1943 se adopta el acuerdo definitivo de la corporación para el encargo del Plan, en este momento el alcalde de la ciudad es Alejandro del Castillo y del Castillo. La causa del retraso desde las primeras conversaciones hasta el acuerdo final se atribuye a la espera necesaria que se tuvo que producir para el levantamiento de la sanción inhabilitadora del arquitecto vasco.
En la definición de problemas que debe resolver el Plan, se delimitan tres objetivos principales: la definición volumétrica de la ciudad, con el establecimiento nuevas alineaciones y rasantes; el trazado de los ensanches naturales; y la extensión de la ciudad hacia el mar. Previamente al encargo del Plan General, por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, el 21 de diciembre de 1939, el Ministerio de la Gobernación, reconociendo una realidad física, acuerda la fusión de los ayuntamientos de San Lorenzo y Las Palmas de Gran Canaria. Tal cuestión confiere a la ciudad una dimensión nueva, y le incorpora terrenos que van a jugar un papel de importancia en períodos posteriores: las zonas de Guanarteme y Ciudad Alta.
El Plan de Zuazo chocará con algunas de las expectativas que tal unificación creó. Mientras Zuazo propone un crecimiento por ocupación de los intersticios existentes entre la masa edificada de la ciudad y zonas de extensión hacia el mar, fundamentalmente en la zona baja. Otros intereses actúan sobre ella, llevados por una aspiración que ya tenía sus antecedentes en los años treinta, la colonización del territorio de ciudad Alta. Zuazo pretende establecer el control sobre la capacidad edificatoria de las parcelas y propone medidas de saneamiento en las manzanas compactas existentes.
Así pues, antes de que Zuazo entregue en diciembre de 1944 los documentos del Plan General a la Corporación Municipal; la compra por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, de terrenos en la zona alta de la ciudad, para la implantación de 422 viviendas en Schamann que financia el Instituto Nacional de la Vivienda, y otras 64 viviendas que financiará el Mando Económico de Canarias, pondrá en crisis al Plan, antes de su discusión en pleno. La no asunción de importantes propuestas emanadas del Plan Zuazo, deviene de la falta de voluntad política, por encima de aspectos relacionados con la capacidad de los técnicos y de la gestión del mismo.
La existencia de intereses diversos que, en ocasiones, se amparan en organismos como el Instituto Nacional de la Vivienda, Obra Sindical del Hogar y Mando Económico de Canarias; forzarán resoluciones contrarias a los principios reguladores del Plan. La colonización de la parte alta de la ciudad se produce como una imposición política, contraria a cualquier recomendación técnica que tuviera y estableciera un modelo crecimiento coherente. La aparición de un nuevo proyecto para la construcción 258 viviendas en 1951, promovidas desde el Instituto Nacional de la Vivienda, afianzará la intención colonizadora de aquella parte de ciudad.
Todo ello, traerá como consecuencia, que el Plan Zuazo quede modificado. Tales modificaciones se elaborarán desde las oficinas técnicas municipales, a cargo del equipo dirigido por Antonio Cardona, que desarrollará entre 1944 y 1951, las reformas al Plan de Zuazo. El 30 de enero de 1952, son presentadas al pleno municipal las "modificaciones al Plan de Zuazo. De esta forma se acepta el proyecto de Ordenación, a la vez que se aprueba la exposición pública del mismo, junto con las modificaciones. Así quedan aprobadas corporativamente las modificaciones al Plan. La diferencia principal en la concepción de ciudad que establece una y otra propuesta, será la articulación del continuo edificado.
Cuando el Plan Zuazo organiza la ciudad de forma policéntrica, lo que la estructura convenientemente, Cardona mantiene la bipolarización clásica entre el puerto y casco histórico de Vegueta-Triana. Esto provocará la existencia de una masa edificatoria, que sólo podrá estructurar la ciudad mediante la pregnancia tipológica. Tras los períodos bélicos, tanto nacional como internacional, el Puerto de la ciudad de las Palmas adquiere gran actividad. El Plan Zuazo, aparte de las cuestiones relacionadas con el tratamiento del Puerto y su autonomía con respecto al resto de la urbe, como el "hecho funcional más importante de la ciudad", reúne cuatro aspectos significativos para el desarrollo de Las Palmas de Gran Canaria: la jerarquización de la red viaria, la reforma interior de los barrios de Vegueta y Triana, la formalización de los ensanches y la extensión de la ciudad hacia el mar.
El antecedente al Plan de Zuazo se sitúa en los años treinta, con la planificación que realiza Miguel Martín Fernández de la Torre. En 1922, siendo alcalde de Las Palmas de Gran Canaria José Mesa y López, se encarga, al recién titulado arquitecto, la ordenación del conjunto de la ciudad, en ese momento esta se desarrollaba en las zonas Arenales, Santa Catalina, Canteras e Isleta, quedando libre Ciudad Jardín, lo que más tarde le permitirá proyectar de manera flexible el conjunto residencial que allí situará. De tal forma, centra su intervención en Ciudad Jardín, planteando el continuo edificado entre los tres focos: Vegueta-Triana, Ciudad Jardín y Puerto.
El documento final, elaborado por Miguel Martín, tiene fecha de 1930, y contiene una aspiración que existía para la ciudad desde principios de siglo: La creación de una avenida marítima que uniera todo el borde con el mar al Este de la ciudad. Los conceptos propuestos desde la planificación de Miguel Martín, son retomados y reelaborados por Secundino Zuazo, hasta el punto de hacer pensar que será el plano de Miguel Martín, y un plano sectorial que se realiza para la zona de Schamann en ciudad alta, los que prefiguren la ciudad de los años sesenta, marcando la directriz del crecimiento de aquella.
La diferencia principal entre la planificación de Zuazo y la de Martín, será por planteamiento global. Mientras para el primero, la planificación se encastra en la ciudad existente, el segundo planteará la "articulación y el resurgimiento de núcleos cuya calidad esté probada". La realidad será, que la primera propuesta global de ciudad que se hace para Las Palmas de Gran Canaria será la de Zuazo. En el año 1962, con el Plan de Sánchez León para la ciudad será, que se produzca la homogeneización de todo el tejido urbano de la ciudad futura, en el marco legislativo de la Ley del Suelo promulgada en 1956.
Uno de los aspectos principales, con gran fuerza transformadora de la morfología de la ciudad, será la propuesta de extensión de la ciudad al mar. Tal propuesta, se produce tanto en el borde naciente, como en la zona norte de Las Canteras y Guanarteme. En este segundo sector, vuelve a incurrir en la destrucción del referente de la memoria colectiva, pero esta vez con mayor gravedad, al tratarse de la modificación completa del ecosistema que constituye la playa de Las Canteras, proponiendo su reducción dimensional y modificación formal, con la finalidad de obtener terrenos para la edificación. Tal propuesta jamás se materializó.
Sin embargo, la extensión hacia el mar en la zona este, tuvo su materialización en la década de los sesenta, tras la constitución el 7 de septiembre de 1950, de la Sociedad Anónima CIDELMAR. Dicha sociedad, correría con los gastos de ejecución de las obras de extensión, obteniéndose un total de 128.759 m2, de los cuales 89.859 m2 quedaban en propiedad de la sociedad y 44.900 m2 pasaban a uso público. Las obras de ampliación fueron comenzadas en enero de 1953, y en julio de 1958, finalizaron. La importancia del Plan realizado por Secundino Zuazo, radica en que por primera vez se acomete el problema urbano de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria de una forma global. Su desarrollo se producirá en lo estructural, con las directrices emanadas de dicho Plan.
Al mismo tiempo que esta reforma del Plan Zuazo, se redactan las Ordenanzas Municipales, y son aprobadas el 8 de julio de 1954 en pleno municipal, tendrán vigencia durante un largo período. El efecto que producirá el Plan de Zuazo no se reflejará hasta entrada la década de los sesenta. El crecimiento de la ciudad se localizará en las áreas edificadas. Estas nuevas condiciones de la propuesta enmarcan la aparición del agente acelerador del crecimiento la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria que será el turismo.
Este fenómeno adquirirá trascendencia urbana en los años cincuenta. La tradición turística de la ciudad se remonta a los años veinte en que se propició desde la sociedad inglesa el turismo para personas de avanzada edad. La causa principal de esta transformación, estará en el impulso económico que se produce en los países del Mercado Común, que permite la inversión en países con una situación fiscal ventajosa y un valor monetario devaluado; a esto habrá que añadir la facilidad de las comunicaciones que permiten largos desplazamientos en poco tiempo.
La intervención oficial en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria en la posguerra, tendrá dos períodos: el primero hasta 1950; y el segundo hasta 1960. El primero, está caracterizado por la situación posbélica, donde las actuaciones oficiales, se producen a través del Mando Económico de Canarias. A finales de la década de los cuarenta, como se ha dicho, se producirá la colonización territorial de la parte alta de la ciudad, y que tendrá gran trascendencia urbanística, en el posterior desarrollo de la ciudad. En 1949 está terminada la barriada García Escámez, en Escaleritas, y 442 viviendas unifamiliares en la barriada General Franco de Schamann.
En el segundo período, correspondiente a la década de los cincuenta, serán los organismos nacionales como la Obra Sindical del Hogar y el Patronato Francisco Franco, que obtienen financiación por la Ley de Protección de Viviendas Bonificables, y el Instituto Nacional de la Vivienda, quienes actúan en el desarrollo de la vivienda social de la ciudad. La forma de intervención principal, en la parte alta de la ciudad, serán los polígonos, entendidos como la producción masiva de vivienda para los estamentos medios y bajos de la población. Predominará el bloque como tipo edificatorio más repetido, y generalmente, estas agrupaciones adolecerán de los equipamientos necesarios e infraestructura imprescindible para su desarrollo. Estas operaciones serán posteriores.
Esta forma de asentamiento, será novedosa en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y su morfología diferirá de la forma tradicional de asentamiento en la misma. Ciudad alta, recibe las operaciones del Patronato Francisco Franco, que intervendrá en la realización de la primera fase de Arapiles, que sumaba 100 viviendas; y la construcción del polígono denominado Martín Freire, con 1472 viviendas. Este último polígono, sería, años más tarde "taponado" visualmente, por una pastilla edificatoria, que daría una nueva fachada al mar, realizada por el arquitecto Fermín Suárez Valido, y conocida popularmente como el muro de la vergüenza. Los polígonos, serán el germen del desarrollo de la parte alta de la ciudad, cuyo crecimiento mantendrá una estructura de ensanche fragmentada e individualizada.
También, pero en menor escala, se intercala en la parte baja de la ciudad la tipología de bloque en operaciones que se imbrican en el tejido existente. Estas intervenciones oficiales en ciudad baja, estarán a cargo de la Obra Sindical del Hogar, que realizará, en la década de los cincuenta, siete actuaciones de pequeña escala. Las operaciones consisten en ejecuciones que oscilan entre 30 y 160 viviendas de un total de 680 unidades. De la forma de agregación de la vivienda en estas promociones, resultarán cuatro tipos: la vivienda unifamiliar con jardín anterior o posterior; la manzana cerrada, con disposición perimetral de la edificación en la ínsula predefinida; la manzana abierta, sin ruptura con la trama; y finalmente, el polígono, sin referencia a la ciudad existente respondiendo a su lógica interna.
De esta manera, la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria se desarrollará en la década que se analiza, e intervendrán en dicho desarrollo, la acción de los pequeños propietarios, los establecimientos derivados del crecimiento turístico y las promociones, totales o parciales, del Estado, para la resolución de los problemas de alojamiento. Las actuaciones fuera del planeamiento, son práctica que no produce contrariedad alguna. Es más, en ocasiones viene a justificar grandes colonizaciones del territorio. De esta forma se generará el entramado de una ciudad planificada, pero sin que la resolución final sea el resultado, respondiendo a un modelo determinado de ciudad, de la utilización de instrumentos impuestos desde el planeamiento, el desarrollo de Las Palmas de Gran Canaria, será la consecuencia del solape constante, entre la planificación y el hecho consumado.
Con respecto a la arquitectura de este período en Canarias, es conveniente señalar que la realización de clasificaciones de orden general plantea cierta dificultad metodológica. El eclecticismo formal, al mismo tiempo que la variedad en su localización cronológica, a veces dificulta este esfuerzo de concreción. Sin embargo, realizando un acto con cierto nivel de abstracción y síntesis, es posible establecer tales divisiones. Con este criterio, para el estudio de la arquitectura de posguerra. Esta arquitectura se moverá en tres coordenadas generales: la que se sitúa dentro del esquema del academicismo; las que se entroncan en la corriente regionalista, con sus particularidades en Canarias, producto de la imposición artificial de algunos códigos formales; y finalmente, aquella que se alineará dentro de la recuperación del lenguaje moderno en la arquitectura española.
No obstante, el producto arquitectónico que se encaja en esta clasificación, no será siempre, la materialización de un objeto conclusión de debate previo, sino más bien, la acomodación profesional a determinadas exigencias. Puesto que lo académico y lo moderno son conceptos ampliamente conocidos, parece importante detenerse en las características de la arquitectura, que enmarcada en lo regional, se reviste de unos códigos lingüísticos, que las diferencia de otras realizadas en el territorio del Estado español con la misma guía conceptual. Esta arquitectura, reúne elementos de la tradición arquitectónica, y tendrá sus antecedentes en las arquitecturas mudéjar, góticas, barrocas y neoclásicas, común a los regionalismos españoles, combinado con otros de la arquitectura popular, entendiendo por tales, los basados en la razón, como la lógica funcional, constructiva, e incluso estética.
Sus orígenes estarán en el fenómeno regionalista de los años veinte, derivados con toda probabilidad de las actividades organizativas de la Exposición Iberoamericana de Sevilla. La realidad será, que el interés por lo vernáculo en las islas Canarias, vendrá muy apoyado desde una estrategia comercial que, independientemente del deseo de exaltación de la cultura propia, persigue unos fines carácter económico. En el trazado de este plan, jugará un importante papel el pintor gran canario Néstor Martín Fernández de la Torre, quién contará además, con el apoyo de su hermano arquitecto Miguel. Néstor Martín, nace en la ciudad de Las Palmas el 7 de febrero de 1887, a los dieciséis años obtiene una mención en la Exposición Extraordinaria del Círculo de Bellas Artes de Madrid, ciudad donde realiza su formación artística.
Un año mas tarde, finaliza sus estudios y se traslada a Londres, y luego ir a París, en 1906. Tras un largo período de participación en diferentes eventos y exposiciones, tanto nacionales como internacionales, se instala finalmente en Barcelona cuando discurría el año 1920. No regresará a Gran Canaria hasta 1934, donde fallecerá cuatro años más tarde, en 1938. Néstor propone preparar las Islas para la recepción del turismo, como cuestión previa a cualquier operación de propaganda encaminada a su atracción, critica la arquitectura moderna, como antagónica a tal fin.
La manera de lograr esa aparición del tipismo en las arquitecturas locales, resultaría de potenciar la industria artesanal, que obligaría a su utilización, evitando el uso de elementos importados e industrializados. Este planteamiento, tendrá gran vigencia a partir del final de la Guerra Civil española, donde la situación económica e ideológica, apoyarán este tipo de iniciativas. La desaparición de Néstor y el nombramiento del arquitecto tinerfeño, José Enrique Marrero Regalado, como uno de los fiscales provinciales de la vivienda, permitirá que este último adquiera protagonismo institucional, en la defensa de aquel tipo de arquitectura.
Así mismo, la constante y por otra parte merecida referencia a su obra, por quienes estudian la historia de Canarias, a veces eclipsa la realidad de la producción arquitectónica de las islas, donde la presencia de otros arquitectos, vinculados al regionalismo canario queda diluida. Marrero Regalado, como otros arquitectos españoles, tras haber sido un profesional comprometido con el racionalismo arquitectónico, tras la contienda nacional con el cambio de contexto ideológico, se sitúa profesionalmente junto a la llamada otra arquitectura, siendo fiscal provincial de la vivienda propone las normas para la construcción de viviendas, a fin de exigir el cumplimiento en su ámbito provincial, y donde define una serie de modelos formales para copiar en las nuevas construcciones. Esta forma de hacer arquitectura, se convertirá en habitual dentro de ambas provincias, Tenerife y Las Palmas, que por extensión llegará a las islas menos pobladas.
Marrero Regalado, trabajará también en la ciudad de Las Palmas, en ella está el hermano de Néstor, Miguel Martín Fernández de la Torre, que continúa el desarrollo de las ideas en que estuvo comprometido con su hermano. Miguel Martín Fernández de la Torre, será un arquitecto, que por la calidad de su producción, reúne las condiciones necesarias para ser considerado entre los de mayor interés en la arquitectura contemporánea de Canarias; sin que ello vaya en menoscabo de otros profesionales que desarrollaron su actividad en este tiempo.
Desde la perspectiva puramente disciplinar, en la posguerra española la obra de Martín y Marrero, alcanza cotas de calidad interesantes. En esta época existirá en Canarias, un pequeño grupo de arquitectos, con diversa procedencia, que salvo intervenciones puntuales de algún foráneo, serán los responsables de la imagen de las ciudades resultantes. La cuantificación de la obra realizada es diferente en cada caso, y no estará en relación directa con sus aspectos cualitativos. Es necesario resaltar que existen otras intervenciones anónimas niveles de calidad que reunen similar interés.
Las dos primeras coordenadas de la arquitectura descritas, académica y regionalista, se producirán, principalmente hasta la primera mitad de la década de los cincuenta, y será a partir de 1955, cuando comience a ser habitual encontrar ejemplos de arquitectura "moderna" en la ciudades canarias. Ello no quita, que en la primera mitad de la década se puedan encontrar algunos ejemplos.
Las razones principales de esa modernidad tardía, aparte de las comunes a la situación del país, podrían concretarse principalmente, en tres factores: el papel mediador de la administración, en el control formal de los proyectos, que tendrá importancia en lo que significará la recuperación de la modernidad, llegando a producirse rechazos de licencia, por la inexistencia de las debidas condiciones estéticas. Este clima, y la falta de opción formal, favorecerá el segundo de los factores, la formación del nuevo gusto, apoyado desde los estamentos oficiales, este aspecto, generará en la población, la exigencia de un tipo determinado de arquitectura, que se conjugará con el tercer factor; este es la posición personal de los arquitectos que por razones diversas, se alinearán con la posición oficial sobre lo estético.
Encontrar la causa de la preponderancia del tradicionalismo, en la formación académica recibida por los arquitectos en las Escuelas españolas; que durará hasta la segunda mitad de la década de los cincuenta; ya sea en su versión regional o no, sería un argumento sólo aplicable, en cualquier caso, a los que recibieron su formación durante la posguerra. Es preciso tener en cuenta, que muchos de los protagonistas de este período, participaron en la elaboración de un correcto, y en ocasiones, muy valioso racionalismo en Canarias.
Se puede pensar, que las operaciones de regionalización se realizarán muchas veces desde el enmascaramiento de la arquitectura de la razón; como ya se produjo durante la posguerra, en muchas e importantes intervenciones nacionales, si bien este es un criterio en el que no existe acuerdo. Si pretendemos señalara en qué momento la arquitectura en Canarias se entroncará con la línea de recuperación del lenguaje formal del movimiento moderno defendida desde el año 1951 por el conjunto de miembros constituyentes del Grupo R, y las conclusiones de los firmantes del Manifiesto de la Alhambra en 1953 que fueron posibles debido al cambio en las condiciones generales que limitaban las actuaciones, debemos ubicarnos temporalmente hacia la mitad de la década de los cincuenta.
El análisis de la obra realizado, obligará a la confirmación del carácter transitorio de la arquitectura de este período, pero esta vez. De otra parte, es preciso considerar, que la gran mayoría de las actuaciones, sobre todo en la ciudad, serán consecuencia de la consolidación de las manzanas existentes, y salvo actuaciones singulares o unifamiliares de carácter exento, la gran mayoría carecerán de la posibilidad de articulación volumétrica, resignando su resultado formal a la elaboración del lienzo de fachada.
Este texto corresponde a un fragmento revisado del libro realizado por el mismo autor “La Arquitectura de la ciudad de Las Palmas en la década de los cincuenta” citado en la bibliografía.
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